Esperanza firme

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Entrando en la temporada de la Cuaresma, tenemos la oportunidad de reflejar en el sacrificio, el sufrimiento, la vida, la muerte, el entierro, y la resurrección de Cristo.  En tal momento de reflexión, es fácil acordar del sufrimiento, violencia, y sacrificio de las vidas que a diario vemos en las noticias.

Nuestro mundo clama por la redención completa del reino de Dios, y saneamiento de la mancha del pecado que toca cada hoja, grano de arena, y corazón.  Durante la Cuaresma, sentimos el peso de nuestra necesidad de un Salvador resucitado que conquistó a la muerte en lugar nuestro.  Y, acercándonos a Pascua, que nuestros corazones se abrumen de gozo y celebración porque tenemos tal Salvador en Jesucristo.  Que nuestros corazones sienten el peso del pecado y la liviandad cuando la carga de castigo se nos esté quitado.  Que creamos más profundamente en el poder de Dios para perdonarnos de todo pecado, y en su amor perfecto por nosotros.

Meditando en todo esto, oremos que nuestros estudiantes y niños también conozcan lo profundo que es el amor de Dios por ellos.  Cuando vean  el dolor y sufrimiento del mundo alrededor suyo, que entiendan que Dios está obrando—actualizando su plan de rescatar a su creación del dominio del pecado.  Que Dios les dé un anhelo por su dulce salvación y, después, gozo en toda circunstancia, sabiendo que nada les podrá quitar de sus manos.  Que la próxima generación de creyentes puedan aferrarse al Padre en horas de confusión y caos para encontrar Aquel que obra todo para bien.  Que encuentren, en su soberanía, esperanza firme.